Y lo bailado, ¿quién nos lo quita?
En su artículo de este mes, Mina rememora algunos de los personajes Danzoneros que emprendieron su viaje al Mictlán.
Llega noviembre, con su mexicanísimo repertorio de tradiciones con motivo de la conmemoración de muertos tan característica en nuestra cultura, será por ello que, en esta ocasión, la temporada me ha servido de pretexto para recordar a individuos que han llegado al final en el camino de la vida y se nos han adelantado, entre ellos hay muchos amigos cercanos y otros solo coparticipes ocasionales en la pista de baile.
Creo que todos tenemos presentes a personajes del danzón que iniciaron el viaje sin retorno, seres como lo somos todos, habitantes temporales del mundo y en nuestro caso, concurrentes en el gusto por el danzón. El recordarlos es quizás una manera de rendirles homenaje, mantenerlos en la memoria y, por tanto, aunque parezca contradictorio, conservar viva su presencia y vivo su recuerdo.
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Creo también que en nuestro medio hemos llegado a esa etapa de la vida en que se hace válida la frase de una de mis nietas: “Abuela, yo voy seguido a las fiestas de mis amigos y les llevo regalos, pero veo que tú vas seguido a velorios de los tuyos y les llevas flores” y no le falta razón, ya que indiscutiblemente somos los bailadores de danzón mayoritariamente pertenecientes a la tercera edad o por lo menos a la llamada edad madura, por tanto “toquemos madera todos” pero aceptemos, aunque sea una verdad de Perogrullo, que nuestra vida está más vulnerable ahora que hace años.
Los bailadores de danzón en general tuvimos perdidas y personajes que se han ido, en mi caso durante el tiempo de la pandemia de Covid-19 recuerdo algunos fallecimientos, tanto por ese mal que afectó al mundo entero, como por otras razones. Un ejemplo es Laurita Fernández a quién le recomendé tomar clase de danzón con Félix Rentería, siguió mi consejo y me dio gusto encontrarla tiempo después en un evento ya completamente involucrada en el ritmo, en su casa en la Ciudad de México me agradeció un día el hecho de haberla inducido a ese saludable vicio, lamentablemente ella no pudo vencer al Coronavirus.
Por esos días que a muchos nos parecen ya lejanos, tal vez al tratar de borrarlos por la sensación de zozobra en la que estuvimos inmersos, partió mi amiga Kinna Uehara por causas distintas al famoso virus, poco después nos abandonó Gabriel Jardón por alguna situación que desconozco, esposo de Angelita Barrueta. Igual suerte corrió mi amigo Juan Manuel de la Rosa destacado artista plástico
zacatecano, muy cercano a Don Simón Jara y amante indiscutible del baile de danzón.
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En el clan de maestros y bailarines famosos que pasaron a mejor vida, suponiendo que esa mejor vida lo es porque se puede bailar eternamente danzón. Falleció el maestro Arturo Sánchez «Capullo», y de paso nos privó de la presencia de Guille Romero, su esposa a quien ya no se ha visto en los eventos como antes; también murió Roberto Salazar “El chale” y “La abuela” María Elena Campos que marca el final de una larga trayectoria de la pareja que conformaba con Pedro Velázquez.
Arturo Guzmán inició su viaje al infinito y Raquel Durán perdió a su pareja de vida, afortunadamente Raquel no nos ha despojado de su particular estilo, sigue asistiendo a eventos de cuando en cuando en los que seguramente baila teniendo a Arturo en mente. Las menciones que he hecho son sólo algunas, pero pienso con certeza que todos los que pertenecemos al mundillo del danzón debemos recordar a nuestras ausencias y traer a la memoria con el mejor recuerdo a nuestras pérdidas humanas.
En el grupo de músicos también se ha sabido de dolorosas partidas a la eternidad, el saxofonista Rubén Víquez enlutó a la Danzonera del Chamaco Aguilar, en Veracruz fallecen: Eliseo Matus conocido como “Manzanita” director de la danzonera del mismo nombre y el maestro Arturo Pitalúa de Los Pregoneros del Recuerdo. También nos deja el maestro Genaro Fuentes compositor de mas de treinta danzones, y del cual escribí un libro con Lulú su esposa que se puede leer aquí en la revista y otros más que no recuerdo de momento.
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La vida es así, no hay certidumbre del tiempo que a cada quién nos concede, a veces sólo nos dan señales de que algo no camina bien, pero otras ocasiones ni eso, de repente sobreviene un acontecimiento definitivo, así sin más. Por tanto disfrutemos la pista de baile, no debiéramos desperdiciar ninguna oportunidad y no me refiero únicamente a los que ya somos mayores, a toda edad disfrutemos, incluyo también a los jóvenes que se han acercado a gozar nuestro baile y con los
que convivimos. Esos jóvenes ilustran el comentario de mi nieta, están en plenitud y sus fiestas frecuentes, supongo, suelen ser los bailes de danzón con los que ya se han enganchado, hagamos votos por permanecer mucho tiempo en la pista y con buena salud para seguir moviéndonos al compás del cinquillo y la marca de los timbales, el baile mismo ayuda a conservar buena condición física, y por ende
acaso contribuya, en mucho, a dar un poco más de años a nuestra incierta existencia.
Finalmente reflexionemos acerca de lo que en nuestra cultura significan las celebraciones de esta temporada, sigamos engañando a la muerte y riéndonos de “la calaca”, vistámonos de “catrina” como los grabados de José Guadalupe Posada, decoremos nuestra cara como alfeñique, pero, sobre todo, sigamos bailando que ello ayudará a las almas de nuestros muertos a encontrar su camino hacia el mítico Mictlán.
Hagamos calaveritas literarias ingeniosas y armemos ofrendas que representan el retorno transitorio de nuestros muertos, y pensemos en considerar esa ausencia como una presencia permanente, recordemos que nadie está realmente muerto hasta que deja de ser recordado, la vida es un espacio temporal que debiéramos disfrutar, al fin y al cabo, convivimos con ella y con la muerte todo tiempo, bailemos, bailemos mucho y disfrutemos, recordemos que lo bailado nadie nos lo podrá quitar.
Dedico este texto a todos los fallecidos en nuestra comunidad danzonera en cualquier lugar, con el deseo de que todos ellos se mantengan vivos en nuestro recuerdo.