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María Inés Van Messem y la nostalgia

El danzón también tiene el poder de transportarnos a lugares y momentos emotivos, y muestra de ello fue María Ines Van Messem.

 ·  febrero 28, 2025
María Inés Van Messem y la nostalgia
Freddy Salazar en el evento de Paso de Ovejas, Veracruz. Foto: Mina Arreguín.

Hay muchas cosas que nos provocan emociones, escribir acerca de ellas es aparentemente fácil. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española ofrece el siguiente significado: “Emoción f. Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de una reacción corporal”.

No obstante, esta definición, mirado más a fondo el asunto, resulta que puede convertirse en un tema de discusión y aprendizaje más o menos complejo. Resulta que hay autores que encuentran seis emociones básicas en el género humano. Según Daniel Goleman son: Miedo, Tristeza, Ira, Alegría, Sorpresa y Asco. Hay otros que clasifican las emociones entre fisiológicas, neurológicas y cognitivas.

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¡Uf! a estas alturas me di cuenta de que este escrito me estaba provocando emociones negativas cuando solamente quería hablar de emociones positivas -otra clasificación- mientras yo sólo quería ilustrar sentimientos que se producen en ciertas situaciones en el universo de la música y el baile de danzón.

Dejaré a los teóricos el análisis desde los diferentes puntos de vista según cada especialidad y abordaré el asunto sin complicación a partir de una anécdota: durante la recientemente terminada quinceava muestra de danzón en Zapopan invité a una amiga mía: María Inés Van Messem, al evento de bienvenida en la Plaza de las Américas frente a la Basílica de Zapopan. La doctora María Inés como es conocida, es una persona mayor y lo presume con orgullo, recordemos que en el mundo del danzón los adultos mayores somos mayoría, es autora de varios libros y poseedora de un doctorado en lingüística y otros muchos títulos y reconocimientos como investigadora y maestra. Es políglota, culta y tal vez lo más
importante por lo menos para este texto, bailadora y maestra de tango, experta ejecutante y coreógrafa de folclore argentino como herencia de su patria y también bailadora y amante del danzón.

Yo la conocí hace más de 25 años, ella iba a estar una temporada en la Ciudad de México en la zona de Coyoacán por algún asunto de trabajo relacionado con alguna investigación, por ello le recomendé que tomara clase de danzón en sus tiempos libres con Freddy Salazar en la casa de la cultura Reyes Heroles donde yo era directora. Ma. Inés siguió mi consejo y muy pronto comenzó a disfrutar del cuadrito, el columpio y el paseo.

Fue fácil para ella dominar el ritmo ya que toda su vida fue bailarina de diversas danzas, y debido también a los buenos oficios de Freddy como su instructor. Desde ese tiempo el maestro y la alumna han mantenido una distante amistad, ya que ella vive en Guadalajara y Freddy en la Ciudad de México.

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El pasado viernes 31 de enero ya anocheciendo pasamos a su casa por ella como habíamos convenido. Iba muy contenta y con mucho interés de escuchar a la Danzonera La Playa, en el trayecto comentaba: “Bueno, a mí La Playa si me gusta, muchos dicen que es muy fácil, a mí me gustan todas, por ejemplo, Acerina que es digamos muy intelectual, Felipe Urbán también me gusta, Casquera y el Chamaco… en realidad todas, lo importante es escucharlas y bailar”.

Cuando llegamos ya había comenzado el evento, era una muestra de grupos danzoneros antes del baile de bienvenida, el lugar cercano al escenario estaba repleto de público, mucha gente de pie alrededor y enseguida un gran rectángulo pletórico de sillas para los que observaban la muestra, cientos de sillas ocupadas en su totalidad, o casi.

Nos abrimos paso como pudimos entre las personas que estaban de pie y mi esposo nos indicó: “allá nos hacen señas es Marichuy Huerta y otras amigas parece que ellas tienen lugar para sentarnos”. ¡Qué suerte! avanzamos con dificultad entre las personas sentadas que nos abrían espacio ladeando las piernas un poco para dejarnos pasar y esquivando nosotros los respaldos de las sillas de la hilera de enfrente. La ubicación no podía ser mejor, seguramente nuestras amigas habían llegado con mucha anticipación y pudieron conseguir espacio en la tercera fila y al centro del escenario.

Casi al llegar a las sillas que nos ofrecieron, noté que mi esposo preguntaba algo a nuestra amiga y ella sólo contestó con voz quebrada “es que me emociona mucho nené”. Voltee a mirarla y a pesar de la luz que emanaba del escenario hacia el público y que provocaba sombras que impedían ver con normalidad, pude apreciar que Ma. Inés lucía unas enormes lágrimas que mojaban sus pómulos y llegaban a la altura del mentón, me acerqué a ella y me dijo en voz baja: “estoy bien, estoy muy emocionada, recordé cuando fui a Paso de Ovejas hace muchos años a un evento con Freddy Salazar y con chicos del grupo al que pertenecía en esos años y al oír la música me causó nostalgia”.

Descubrí en ese momento a mi amiga de carácter fuerte y muy directa muy emocionada con las notas que interpretaba la orquesta, mostrando una sensibilidad y ternura que sin duda posee pero que no había tenido oportunidad de observar en nuestra larga relación amistosa.

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La nostalgia es sin duda una emoción y el llorar de felicidad es una emoción positiva según algunos estudiosos del tema, en nuestro medio danzonero las distintas emociones de todo tipo se suceden como es natural, en diversos momentos y por diversas causas, aquí las utilicé sólo como pretexto para contar
una linda y reciente anécdota.

Horas después ya al final de la noche de danzón, el locutor de la danzonera La Playa anunciaba el fin de su actuación, el público y los bailadores ahí presentes comenzaron a solicitar una pieza más a coro: “otra, otra, otra…”. Y hubo quien provocó la risa al gritar fuerte “otra, otra, otra tanda…otra tanda”. La orquesta concedió una pieza más que mi amiga Ma. Inés conocía bien, ahora se emocionó en forma distinta, siguiendo con los labios y cantando en voz baja “…La Antigua tierra de tradiciones, tú tienes un encanto escondido/…/la tradición es pasear a la virgen, la tradición bailar sabroso danzón…”.

Al terminar el presente artículo no tenía claro como intitularlo, no me decidía por ninguna de las ideas que se me habían ocurrido, hasta que como un flashazo recordé el libro de otra Inés, la Inés de una novela de la gran escritora española Almudena Grandes, recientemente desaparecida y de la que soy admiradora, me refiero a su extensa novela “Inés y la Alegría” que no tiene nada que ver con el
danzón al ser una historia situada en el período de la Guerra Civil Española, pero que me pareció adecuado parafrasear.

Dedico este texto a mi amiga Ma. Inés Van Messem.

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