Anécdotas
Previo al estreno de su nuevo libro, Mina Arreguín hace un recuento de anécdotas al maestro Genaro Fuentes.
En la vida y como parte de ella en el ambiente del baile todos tenemos anécdotas que contar, es lo normal. Relataré una que se me vino a la memoria al momento de preparar este artículo. “Una vez en La Maraka, un bailador al que conocía de vista y al que le había rehusado quizás un par de invitaciones a bailar un danzón, lo volvió a intentar otro día y me dio pena volver a negarme, por tanto acepté. Yo ya lo
había observado y algo tenía en su manera de moverse que no me gustaba, pero salí y comenzamos a bailar. Desde el principio noté que hablaba muy quedito como para él solo, aunque yo lo alcanzaba a
escuchar: “cuadro, y hacía cuadro, columpio, y bailaba el columpio”, que bueno que aunque fuera quedo yo lo oía puesto que no tenía intención clara, es decir, no tenía buen mando. Llegó el montuno y el
bailador me dijo ya en voz más alta, mire si le oprimo la mano una vez es vuelta a la derecha, si oprimo su mano dos veces es vuelta a la izquierda, ¿y si no me oprime? -lo interrumpí- mire mejor lléveme a mi
lugar porque yo con clave morse no se bailar”.
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El próximo 4 de octubre presento el libro sobre la vida y obra del compositor de danzón Genaro Fuentes Rivera, como ya lo he anunciado antes y he compartido algún adelanto en entregas anteriores en esta revista. Es aquí en la Revista Danzoneros a partir de esa fecha que habrá una liga para descargar o leer el libro gratuitamente, así como para obtener las partituras de muchos de sus danzones.
En esta ocasión reproduzco el último adelanto antes de la presentación oficial del libro, corresponde a la parte de anécdotas del maestro Fuentes, casi todas ellas ocurridas en la plaza de La Ciudadela, con su esposa Lulú y sus amistades del baile. Capítulo de anécdotas del libro: Incluimos esta sección con algunas anécdotas porque consideramos que ellas nos permiten acercarnos un poco a la personalidad del maestro Fuentes, sencillos sucesos y pequeñas historias nos revelan el lado humano y nos dan una idea de su manera de ser, sobre todo para aquellos que no tuvieron como en nuestro caso, el gusto de conocerlo. Algunos de estos sucesos son narrados o contados por el propio maestro Fuentes, otros fueron comentados por Lulú su esposa o tomados de escritos que la propia Lulú realizó sobre la vida de ambos en el ambiente del baile.
El maestro Fuentes cuenta lo siguiente: “Caminando por las calles de la Lagunilla veo con interés el Salón Imperio y recuerdo los tiempos pasados, qué lástima que nunca me dejaron entrar por ser pequeño…Hablando de mi corta edad, cuando era niño conocí a una mujer que era sexo servidora de nombre Concepción, me quería como si fuera su hijo, recuerdo que cuando la veía el panadero, le gritaba: concha el panadero llegó y pronto bajaba a comprar su pan y de paso me daba 50 centavos que me hacían feliz”. Genaro -comenta Lulú- al oír ese danzón “Concha el panadero llegó” se acuerda de esa persona con mucho cariño.
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Continuando con otras anécdotas contadas por el maestro Fuentes: “Una vez le dije a Lulú: cómo me gustaría que alguien me dedicara un danzón y ella me contestó, ya hay un danzón en tu honor y se llama
La mula de don Genaro y lo toca a La Playa. No me digas, menos mal que es la mula y no el buey de don Genaro«. Otra ocasión mientras me boleaba el calzado en La Ciudadela, el bolero me dijo:
- Esa gente que viene a bailar no sabe lo que baila, la otra vez le pregunté a una pareja: «¿oigan ya saben de dónde viene el danzón?»
- No francamente no lo sabemos, -contestaron-.
- ¡Cómo se ponen a bailar si ni siquiera saben de dónde es este ritmo! Y me dijeron que me largara y no estuviera molestando. -dijo el bolero-
- ¿Y tú si sabes? Le pregunté.
- Él me dijo: Claro mi carnal, este baile viene de Cuba, pero aquí hay que enseñarles su procedencia si no se van a quedar burros, y ¿usted sí sabe patrón? -me preguntó-
- Sí, un poco, pero a ver tú sígueme comentando.
Lulu comenta que ya con la doctora de Anda, su amiga con la que se iba a bailar los sábados, tenían un grupo de señores que bailaban con ellas porque les gustaba como bailaban o les acomodaba su estilo.
Algunos de ellos se alejaban, cuando se hacían de pareja, no solo de baile sino sentimental, o cuando sus esposas sentían celos. El maestro Fuentes una vez le comentó a Lulú: “Sabes ya voy a aprender a bailar danzón, pues todos tus viejos te están dejando”.
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En sentido inverso había, como es común en el ambiente del baile, bailadores que querían bailar varias piezas sin permitir que bailaran con otro durante un buen rato. Lulú comenta que había uno más
posesivo y cuando el maestro Genaro comenzó a bailar, siendo por decirlo así principiante, le tenía que solicitar al bailador algunas veces:¿Me permite bailar con mi esposa, por favor, solo una pieza?
También Lulú cuenta, “en una ocasión mi amigo Chucho Navarrete estaba ayudando a vender discos compactos, de esos que ya casi no existen, con música de la Danzonera México en La Ciudadela. Genaro lo acompañaba con su clásica cachucha para protegerse del sol, en eso Chucho le dice a una joven: Mire en este CD hay 12 danzones excelentes y aquí está el compositor de muchos de ellos, la joven volteó a mirarlo y contestó: ¡Ay sí, ya parece!”.
Cuando el danzón ya ha penetrado en el gusto de las personas también puede utilizarse como medida de tiempo. Aquí un ejemplo que nos cuenta Lulú: “Una vez Genaro y yo estábamos en La Ciudadela, ya de salida y despidiéndonos de unos amigos, no nos dimos cuenta del tiempo que pasó hasta que otra amiga que nos observaba nos dijo: «¡Qué bárbaros! Tardaron ocho danzones en despedirse” si tomamos en cuenta que la mayoría de los danzones duran entre tres y cuatro minutos, la despedida que describe Lulú duro más o menos media hora».
Otro de los talentos del maestro, aparte de tocar varios instrumentos musicales, componer danzones y bailar, era el de la cocina. El maestro Genaro poseyó siempre gran sazón, por ello ante esta expresión recurrente del maestro ¡Rutinas no, danzón libre sí! Lulú recomienda:“Hagámosle caso al profesor Genaro, si no al rato, ni canta, ni baila, ni compone, ni toca y ni cocina”.