Los Ángeles celebra sus 85 años con jóvenes, electrocumbia y baile

Los candelabros del salón Los Ángeles fueron testigos de un aniversario diferente: un conjunto de jóvenes con chamarras de cuero, botas, pantalón de mezclilla y gorra fueron invitados a celebrar los 85 años de este centro de esparcimiento. 

“¿Dónde nos sentamos? ¿En cualquier mesa está bien?”. Esa fue una de las expresiones más escuchadas por los primeros visitantes de este salón de baile durante su entrada. La dinámica fue nueva para muchos de los asistentes, incluso para algunos fue su primera vez en esta duela de la colonia Guerrero. 

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Las orquestas invitadas el pasado 30 de julio fueron Sonido Gallo Negro, Triciclo Circus Band, Musas Sonideras, así como la Zonidera Trópiko Apókrifo. Una propuesta diferente a los ritmos clásicos que ha manejado el lugar durante más de 8 décadas.  

De acuerdo con Miguel Nieto, el director de Los Ángeles, esto forma parte de una de las nuevas facetas del salón, con lo cual se busca atraer a público más joven con propuestas frescas y actuales. “Me siento muy contento. Vamos a analizar la respuesta de los distintos públicos porque es un lugar múltiple”. 

En entrevista a Revista Danzoneros, Nieto Applebaum indicó que este evento estuvo dirigido a personas entre los 20 y 40 años de edad, mientras que su celebración del 2 de agosto para quienes disfrutan de los ritmos tradicionales del salón. 

Su primera vez en Los Ángeles

Esa noche fue la primera vez que Alberto Flores visitó el salón Los Ángeles, en sus 27 años de vida nunca había escuchado de él. Sin embargo, confesó que su aspecto es elegante, lujoso y tradicional. Este chico, quien iba acompañado de una mujer de su misma edad, asistió al evento para escuchar a Sonido Gallo Negro. 

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“Se ve (el salón) como de los años 50. Vi a un señor con sombrero, los famosos pachucos; entonces como que era para eso”, explicó Flores sobre cómo fue su primera impresión del lugar. Además, dijo que le interesaría regresar a escuchar otro tipo de música como una sonora o un grupo de cumbia. 

De la Guerrero para el mundo 

Robert es originario de Nueva York y viajó a la Ciudad de México para escuchar a Sonido Gallo Negro. Mientras se tomaba una cerveza con un par de amigas estadounidenses, el joven de 30 años explicó con un español atropellado que le sorprendió el aspecto de este sitio. 

“Es muy bonito, no había estado en un lugar así. Se siente como en la década de los 70 o 60”, indicó el extranjero con gran emoción pero limitado por su poco conocimiento de español. “Voy a venir otra vez. Es mi primera vez aquí”, remató.  

Ana Velázquez ya ha perdido la cuenta sobre cuántas veces a visitado este centro de entretenimiento. A sus 34 años ya ha escuchado a varios grupos en esta duela, desde Son Rompe Pera hasta orquestas de danzón. 

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“Cuando he venido al danzón me gusta porque es como un viaje en el tiempo. Hay gente bien elegante”, comentó Velázquez. Además, dijo que antes de pisar el salón por primera vez ya sabía de su existencia, pues desde que comenzó a vivir en la capital visitó los lugares más icónicos de la ciudad. 

Coincidió en que es buena idea hacer este tipo de eventos, con nuevas propuestas musicales en sitios tradicionales, para generar una amalgama entre varias generaciones. 

“Vi en la fila a gente mayor, quienes van a escuchar a Sonido gallo Negro. La gente joven que va a los eventos de danzón puede conocer el danzón de hace varias décadas; es un intercambio padre”. 

La música une

Entre la comitiva de pachucos que asistió al evento estuvo Carlos Buenos. Con un elegante y holgado traje blanco, junto con una camisa morada, defendió la idea de vincular a las personas de diferentes años de edad. 

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“Debemos ser incluyentes, nos olvidamos de los jóvenes. También hay que atraerlos al mambo, cha cha chá y danzón. No estamos peleados con ningún tipo de música, ni con el perreo ni otro”, confesó el médico de 67 años.

Aseveró que el baile es universal, así como un acto de seducción entre cualquier pareja: “mujer con hombre, hombre con hombre, mujer con mujer, no importa”. 

Bueno visita el salón desde hace 40 años, se convirtió en su asiduo asistente porque uno de sus amigos universitarios vivía muy cerca ahí. Por lo tanto, en su época de juventud venían a este lugar a bailar y divertirse. 

Si hace 4 décadas le hubieran dicho que en el futuro compartiría la pista con jóvenes para escuchar a estas orquestas no lo hubiera creído. “No me lo imaginaba, pero me llena de vida porque muchos de nuestros compañeros ya se fueron con la pandemia. Me siento agradecido con Dios y el universo por darme esta oportunidad de estar compartiendo con gente muy joven”. 

Esta mítica duela fue el bowl perfecto para combinar energía, tradición y baile. Los nuevos asistentes cargaron de energía a las viejas paredes de este recinto cultural, pero las nuevas generaciones también se llevaron una nueva lección de quienes bailaron en ese mismo lugar hace más de 50 años. Así fue el encuentro de dos mundos.