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Ego danzonero 

El ego es una característica de varios danzoneros, pero el equilibrio de ello es todo un reto.

 ·  julio 26, 2023
Ego danzonero 
Los pies de una pareja bailando danzón. / Foto: Arturo Ordaz - Revista Danzoneros.

Existe un muy bonito danzón compuesto por el gran maestro Tomás Ponce Reyes denominado “Mi eco”, muchas orquestas danzoneras lo interpretan, pero a mí me gusta en especial la versión de Acerina el viejo, sí, la de Consejo Valiente, que es más rápida y permite a mi juicio disfrutar plenamente el montuno en ritmo de danzón-chá, muy distinto al danzón llamado “El Eco” que es lento y de otro tipo.

Creo que algún compositor podría cambiar sólo una letra de cualquiera de los nombres de estos danzones y crear una pieza que llevara por título “mi ego” o “el ego”; y es que en el ambiente danzonero eso de los egos y la autoestima a veces se manifiestan en forma exagerada, en este texto relataré el por qué de esta aseveración.

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Muchas veces he afirmado que todos los bailadores somos exhibicionistas y hasta ridículos, pero el placer que nos causa el baile provoca la envidia de todos. También en ese contexto recuerdo la frase de mi amigo Miguel Romero “el cura danzonero” que dice:  los danzoneros “pagamos porque nos alquilen”. En verdad creo que todos los que bailamos en algún momento nos sentimos sobresalientes y dignos de ser apreciados, al fin y al cabo, nuestro trabajo nos ha costado aprender los compases musicales y los movimientos y los pazos.

La importancia que damos a nuestro propio modo de bailar crece sobre todo cuando lo hacemos frente a personas que no conocen el ritmo, ya que por lo común aplauden, se sorprenden y es fácil escuchar: “qué bonito”, “yo quiero aprender” “¿dónde me pueden enseñar a bailar así?”. A estas alturas y después de escuchar expresiones parecidas nuestro ego puede haber crecido ya bastante, claro que quizás exista quien no caiga en la tentación del súper yo tan estudiada por Freud, pero creo que es difícil.

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Sábados de danzón con Felipe Urbán y su danzonera en la Plaza de la Ciudadela. / Foto: Arturo Ordaz – Revista Danzoneros.

Como todo en la vida hay grados y límites, no pretendo juzgar a nadie, yo misma me he sorprendido en actitudes que han requerido un razonamiento autocrítico, sólo enuncio algunos ejemplos que me parece ilustran mi argumento.

Supongo que todos en el medio danzonero o casi todos hemos atestiguado que durante la presentación de algún colectivo en el teatro, a alguna pareja que no se quiere mover del centro del escenario, saltándose las instrucciones de los organizadores de rotar después de cada movimiento musical, ni pasar de la parte frontal a la parte trasera y se aferran a que el público asistente -prácticamente danzonero en su totalidad- tenga que apreciar su estilo y destreza -que muchas veces es discutible- en detrimento de los otros bailadores participantes.

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También he visto en las plazas públicas que hay bailadores que buscan un lugar donde el público los observe y no se mueven de ahí por ningún motivo, sobre todo si notan que alguien los mira con insistencia. En el café del Carmen en Guadalajara procurábamos que las parejas se movieran en contra de las manecillas del reloj -como es la regla en las milongas tangueras- y fueran rotando por toda la pista, de esta forma todos aquellos que miraban desde sus mesas tenían la oportunidad de contemplar los diferentes estilos al bailar de los diversos participantes.

Debo mencionar también que muchas veces al participar en una conversación con varios bailadores ha ocurrido que alguien menciona que tal o cual bailadora le parece sobresaliente, o alguna pareja goza de su preferencia. Ocurre entonces que en vez de que exista un pequeño consenso, muchas veces de inmediato salen a la conversación comentarios de discrepancia: “el no baila realmente”, “ay no, ella me parece muy exagerada”, “¿ellos? Pero si apenas aprendieron” y cosas por el estilo.

No quisiera concluir este escrito dejando la impresión de que el ego es necesariamente algo negativo, creo que sólo lo es cuando es exagerado, como todo fenómeno humano, hay grados y niveles, por lo tanto considero que también tiene su parte positiva.

Colectivo de danzón en Dolore sHidalgo. / Foto: Revista Danzoneros – Arturo Ordaz.

La mejora en la autoestima de los bailadores de danzón se refleja muy claramente en el esmero con que nos vestimos. Nosotras nos maquillamos, nos pintamos los labios, buscamos que los tacones y los colores sean armónicos con el vestido y hasta adoptamos objetos que nos hacen lucir mejor, abanicos, sombreros y hasta alguna flor en el cabello que influya positivamente en nuestra apariencia, esa que no es la de todos los días, sino la imagen para un momento especial y muy importante, la que adoptamos para el ritual del baile.

Por su parte los caballeros también utilizan sus atuendos conforme a su propio estilo, dentro del cual los zapatos son muy importantes, la guayabera o el saco y la corbata, como lo es también la corrección y la caballerosidad.

El ego es algo que acompaña la vida del género humano, para bien o para mal. Creo que en este caso el justo medio puede ser una característica deseable, con ego o sin el ¿quién nos puede quitar lo bailado?

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