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Un danzón para Lulú

El músico y compositor Genaro Fuentes se enamoró del danzón un sábado en la Ciudadela.

 ·  marzo 21, 2023
Un danzón para Lulú
Genaro Fuentes y Lulú Bringas. Foto: Facebook Lulú Bringas.

En esta ocasión doy un adelanto de un nuevo y breve libro que estoy escribiendo con Lulú Bringas “Un danzón para Lulú” que pretende honrar la memoria del maestro Genaro Fuentes Rivera.

“¡Qué giro Dio mi vida! quién iba a decir que la Ciudadela y Lulú me inspirarían a componer danzones.”

Genaro Fuentes Rivera

El presente libro habla del compositor, del músico, del amigo, del maestro, del padre de familia y esposo ejemplar que nos dejó apenas en diciembre pasado. Lulú Bringas, su querida esposa, nos acercó un gran acervo de textos, anécdotas, partituras y fotografías que confirman mucho de lo que desde fuera, desde la mirada del amigo cercano u ocasional es fácil observar: que el maestro era una persona agradable, correcta, talentosa y siempre pendiente de su familia, esposa e hijos, y también muy pendiente de su música, sus composiciones y hasta del baile al que llegó quizás un poco tarde y por gracia y perseverancia de Lulú, quién después de mucho insistir, lo convenció de intentar el desplazamiento de los pies sobre el piso con la cadencia que exige el cuadrito, el columpio y el paseo.

La biografía de don Genaro Fuentes da cuenta de cómo se construye una vida dedicada a la música desde la niñez, en el seno familiar donde claramente en su caso la infancia y la música son destino, cuando pleno de influencias musicales al interior del hogar de sus padres, inequívocamente lo llevan a involucrarse en los pentagramas en forma natural ante la figura de su padre de quien hereda el gusto por el piano y el acordeón.

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Pero el involucramiento con el danzón tiene una cadencia distinta en la tonada de su vida. Empieza poco a poco, tal vez como en una primera melodía de un danzón, después haciendo alguna pausa para continuar más adelante con una segunda parte melódica hasta llegar a lo más sabroso, al punto en el que ya no hay retorno: el montuno. Se me ocurre esta imagen hipotética pensando que en su caso así fue su llegada al género originario de Cuba.

Alejandro Cornejo y Genaro Fuentes. Foto: Cortesía de Lulú Bringas.

Lulú Bringas ha bailado prácticamente toda su vida desde niña, muy joven destacó y participó en numerosos grupos de baile folclórico, pero la vida de una bailarina, como es natural, descubre ritmos nuevos o se apropia para su práctica de algunos que estaban latentes, todo a su tiempo. Ya casada -nos cuenta Lulú- llegó al danzón en la plaza de la Ciudadela con su amiga, la doctora María de Jesús de Anda, una mañana de marzo de 1997. La plaza apenas tenía un año de haberse iniciado con actividad danzonera. Ella buscaba el baile como terapia, sus piernas hábiles y educadas no respondían como en los años que bailaba regional, debido al accidente terrible ocurrido en Chiapas del que venturosamente sobrevivió cuando viajaba por muchos lugares de la República en presentaciones con su compañía de baile folclórico. Su férrea voluntad no la hizo desistir del baile, pero le cobró la factura años más tarde, el danzón le ofrecía esa ansiada posibilidad de seguir bailando sin sobresalto debido a su compás reposado y cadencioso.

Por su parte, al maestro Fuentes no parecía interesarle el baile, solamente la música de danzón. Empezó a asistir a la Ciudadela después de mucha insistencia de parte de su esposa, el convencimiento llegó cuando Lulú le dijo que la acompañara tan solo a escuchar a la “Danzonera Habana” que se presentaría en la Ciudadela: “anda, vamos te va a gustar, tocan muy bonito”. La música lo envolvió y se reencontró con su amigo, quien resultó ser el director de la orquesta. Ese día le comentó a Lulú: “bueno no bailo, pero si puedo componer” y a partir de ese afortunado reencuentro, decidió acompañarla todos los sábados y muy pronto a componer su primer danzón, Sábado a la una, por el horario en que acostumbraba iniciar la Orquesta del maestro Zenén Santiago Aquino.

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Después de ese primer danzón vinieron muchos otros, varios de ellos dedicados a personajes del danzón, en primer término a su esposa Lulú, a María Rojo, a mi amiga y promotora de danzón Rosalinda Valdés, a otros bailadores como Rosy Roa, Ángeles de la Brena, a nuestros amigos Patty y Ariel de Guadalajara, al periodista Bernardo castillo por sus cincuenta años de danzonero “Bermar” y a la amiga de correrías danzoneras de su esposa Lulú, la doctora María de Jesús de Anda, a quién compuso un danzón con un nombre a mi juicio muy adecuado “La jeringa de María”. En fin, llegó a componer cuarenta y dos danzones, la mayoría ya en su etapa madura habiéndose jubilado, no cabe duda que el maestro Fuentes fue seducido por este ritmo, me pongo a pensar cuantos danzones hubiera compuesto de haber iniciado antes.

Genaro Fuentes con Rosy Rosa. Foto: Cortesía de Lulú Bringas.

Muchas cosas cambiaron desde aquella primera vez en que el maestro Fuentes disfrutó del reencuentro con el maestro Aquino y la danzonera Habana. Hasta aprendió a bailar aprovechando la facilidad y experiencia que ya tenía su esposa. Lulú fue su maestra, al fin y al cabo ella ha sido docente toda su vida así que lo tomó como su alumno-esposo, su relación con el danzón se enriqueció, ya no era únicamente el ir al “California Dancing Club” a recoger a su esposa y su amiga Mary, o llevarlas y traerlas a la plaza de la Ciudadela, ahora el maestro no se perdía la oportunidad de asistir cada sábado y comenzó a visitar los salones de baile con otro propósito. Lulú comenta que “ya no salía de ellos, andaba en todos oyendo música y bailando”. Comenzó a pertenecer a esa minoría de músicos, y en el caso de él, compositores que bailan el ritmo que ejecutan o componen. Recuerdo alguna vez haber bailado con él en el salón Riviera hace muchos años, por supuesto no supe en esa ocasión que él era compositor, el maestro era para mí un personaje de esos saloneros como muchos que yo ubicaba de vista o digamos de baile.

Lo conocí más de cerca cuando un día de noviembre del 2021 estando en la Ciudad de México nuestros amigos Paty y Ariel de Guadalajara nos invitaron a comer y nos dirigimos a su casa en Narvarte. Fue entonces cuando me di cuenta que al maestro Genaro lo conocía desde los años del salón Riviera. Fuimos a un restaurante argentino de la zona y posteriormente en su casa, pasamos un tiempo muy agradable charlando de muchos temas, pero por supuesto principalmente de danzón. Animaron la charla unos cuantos tequilas derechos como a mí me gustan y un extraño fermento japonés de color café con mucho hielo llamado “tamateki”, que resultó ser una mezcla del muy mexicano refresco de tamarindo con tequila, la broma de la bebida exótica duró hasta que lo probé y los descubrí. Completaban el grupo Ángeles de la Brena y Jorge Delgado, ya más tarde casi al final de la reunión, cuando ya oscurecía, el maestro Genaro nos interpretó en el piano el danzón cubano “El clarín de la selva” en aquella tarde que recordaré siempre.

Los compositores de danzón, la mayoría de las veces, son desconocidos para los que bailamos sus creaciones, por ello, el presente libro recoge y ofrece a sus lectores no únicamente la lista completa de los danzones compuestos por el maestro Fuentes, sino un tesoro invaluable, sobre todo para aquellos iniciados en el bello oficio de leer las notas sobre el pentagrama: varias de las partituras para piano originales de piezas ejecutadas por las orquestas danzoneras.

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Muchas de las partituras que se incluyen han sido consideradas en diversas grabaciones hechas por las orquestas, así como también varias de sus obras han sido interpretadas por Danzoneras reconocidas, tal es el caso de la México del maestro Genaro Árciga, La Danzonera América del maestro Daniel Guzmán, la Danzonera Joven de México del Chamaco Aguilar, Acerina del maestro Diego Pérez, la Aragón del maestro Silverio Fuentes, la danzonera Habana, la Mexicuba y sobre todo la de José Casquera, entre otras.

Se abordan también aspectos de la vida y obra del maestro Genaro Fuentes Rivera, que justifican su gusto por la música y la composición, como un intento de dejar constancia de su obra, anécdotas e información varia que busca develar la relación de un creador y sus indiscutibles aportaciones hechas al ritmo que lo cautivó. Coincido con Lulú en que “en la medida de lo posible este acervo debe quedar en las manos de los lectores, músicos y danzoneros”. La obra de un compositor trasciende su vida y en la medida que haya registro escrito y musical será recordada y apreciada por mucho tiempo.

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