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Concursos de danzón

Mina Arreguín comenta sobre todas las complicaciones que envuelven a un certamen de baile.

 ·  abril 25, 2023
Concursos de danzón
Los pies de una pareja bailando danzón. / Foto: Arturo Ordaz - Revista Danzoneros.

Siempre he dicho que en los concursos no queda contento ni el que gana el primer lugar. Esta percepción, desde luego muy personal, ha sido forjada a lo largo de muchos años en los que me ha tocado ser juez, observadora y hasta algunas pocas veces concursante. Creo no faltar a la verdad con mi afirmación, cuando hago el recuento de esas ocasiones en que he vivido de cerca una competencia de baile de danzón con todas sus dificultades, presiones, egos desbordados, miedos y todo tipo de vicisitudes que usualmente se presentan. En este texto trato de resaltar algunas experiencias y mi enfoque acerca del tema y por lo tanto también habrá como es natural quien no coincida con mi punto de vista.

En mi libro sobre danzón[1] incluí un capítulo relacionado con el tema con la información que me proporcionó mi amigo Gabriel Espinoza, ahí se especifican reglas para concursar emitidas en 1994 y a mi juicio son un texto valioso para todos aquellos jueces organizadores o concursantes que deseen participar en eventos de este tipo. “Si hubiera que resumir en una frase la filosofía general del concurso, podría decirse que se trata de buscar el equilibrio perfecto entre el sentimiento y la elegancia. No la resistencia, o en general su aspecto deportivo, ni la supuesta precisión matemática, que suele ser subjetiva a la vez que fría e impráctica… se trata de interpretar la música en todas sus dimensiones, no de seguir fría y ciegamente la métrica, la duración de las frases.[2]

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En mi experiencia he visto varias veces que muchos jueces o público observador ponderan los cierres como elemento determinante para otorgar el premio, por supuesto es importante cerrar a tiempo, pero es solo una pequeña parte del desarrollo total del baile. He visto parejas que rematan siempre correctamente aunque estéticamente su baile deje mucho que desear y eso es precisamente lo que hace complicado los concursos, ya que ellos son cuestiones de apreciación.  

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Zayra Gómez y Marco Antonio García, ganadores del concurso de danzón juvenil.

Actividades como el patinaje artístico, la gimnasia, el nado sincronizado, los clavados y otros deportes, premian a los ganadores por la apreciación y la calificación de jueces, por más que haya reglas y tipologías para guiar esas calificaciones, siempre habrá un elemento de subjetividad en ellas y a menudo surgen diferencias, protestas, perdedores que se sienten robados, etc.

En otros deportes como el futbol y el baloncesto, el que anota más gana sea como sea, la discusión se acaba y se traslada a otros campos, que si un penal, que si el árbitro, que una expulsión, que la suerte y aún aquí hay opiniones diversas, muchos son casi expertos de sofá, televisión, tragos y botanas.

Regresando al cierre “…la precisión en los remates, así como la claridad en las entradas, son importantes, pero de ninguna manera el criterio absoluto. Un danzón ejecutado con creatividad, marcando los acentos principales, cambiando de cadencia según las masas armónicas, proyectando con el cuerpo y la mirada la vivencia del baile, no puede ser descalificado por rematar medio tiempo después en uno de los finales. Pero sin duda existen errores mucho más graves, como son seguirse bailando un estribillo, pararse varios tiempos cuando aún falta para el verdadero remate, entrar sistemáticamente mal, etcétera. La gravedad de las equivocaciones es un problema de apreciación, y como tal debe ser asumido.”[3]

Hay otros puntos de vista, una vez platicando con mi amiga Anita Morales, esposa de Daniel Vargas, me argumentó que los remates en los concursos es igual que cuando estábamos en la escuela y nos hacían examen, tienes que estudiar y cada respuesta errada o tache son puntos menos. Mi marido contraargumentaba que entonces sería mejor hacer concursos de remates y no de danzón, en fin, la discusión sobre el tema es el cuento de nunca acabar.   

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Ronda final del concurso juvenil de danzón. / Foto: Cortesía Beatriz Almanza.

En tanto año que llevo practicando el baile, como se dice coloquialmente, me ha tocado de todo, desde concursos en los cuales los jueces califican a sus propios alumnos, o parejas que reciben un empujoncito porque alguien les revela algún o algunos danzones que serán interpretados sin que lo sepan los demás, porras estruendosas con el objeto de amedrentar a los jueces o rechazar sus calificaciones, etc.

Por otra parte los jueces son muchas veces objeto de crítica, como sugiere el texto de mi libro: siempre es mejor la ley de los grandes números, un buen número de jueces diluye las distorsiones que pudiera haber cuando se concentra la calificación en únicamente dos o tres, al respecto recuerdo el concurso en el que fui parte del jurado en Comitán Chiapas a finales del 2019 en el evento organizado por Roque Macías, la gran cantidad de jueces hizo que el fallo fuera aceptado por todos, comprobé lo que se aseveraba en el texto del año 1994.

Otro ejemplo reciente es el concurso de hace apenas unas semanas en La Maraka, nuestros amigos Paty Rodríguez y Ariel Ruiz de Guadalajara obtuvieron el tercer lugar en su primera competencia, su maestro, el joven Junior Esqueda los convenció de participar, nos llegaron a decir -a mí y a Homero-  que nunca habían pensado hacerlo pero su maestro logro persuadirlos, y ya “entrados en gastos” lo tomaron en serio con la idea de hacer una decorosa competencia. Se pusieron a practicar y recibir indicaciones de su instructor, a su regreso con su diploma nos comentaron que hubo muchos jueces y que consideraban que ello permitió que se diluyeran favoritismos si es que los hubo.

Alguna vez yo concursé en La Habana y obtuve un par de premios en competencia con Benjamín Bautista, un segundo lugar y un primero al año siguiente. Estos modestos logros fuera de la satisfacción personal que nos representaron, nos trajeron también otras peculiares consecuencias dentro de la comunidad bailadora tapatía, si bien muchos nos felicitaron y se congratularon con nosotros, hubo otros que parecen haberse incomodado, y algunos más se convirtieron en jueces de ocasión ya que casi en cada sábado mientras bailábamos en el Café del Carmen, nos observaban insistentemente sobre todo para ver si fallábamos algún remate, cosa que tiene siempre la posibilidad de ocurrir, a todo mundo le pasa tarde o temprano, recordemos que al mejor cocinero se le quema la sopa. Al principio nos llamó mucho la atención esa curiosa actitud, pero no nos enganchamos con ella, pronto descubrimos que también era divertido cometer algunos errores a propósito, sobre todo si eran muy evidentes y observar de reojo cómo éramos señalados con discretos cuchicheos y las risitas discretas de los que estaban muy atentos, nosotros también nos reíamos por dentro, esa actitud se fue diluyendo con el tiempo pero fue divertida mientras duró.

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Ariel Ruiz y Patricia Rodríguez, ganadores del tercer lugar del concurso de danzón en CDMX 2023. /Foto: Cortesía José Rincón.

Los concursos de baile constituyen una tradición añeja y forman parte integrante del danzón, muchos de los mejores bailadores han alcanzado reconocimiento después de haber triunfado en alguna competencia. Nadie podrá negar que los abuelos, María Elena y Pedro; Capullo y Guille; Freddy Salazar y Tere, su mamá; Anabelle Zorrilla; Irving Medel; Maru  Mozqueda; así como Félix Rentería son solo algunos ejemplos de extraordinarios bailadores que han participado en competencias danzoneras. Hay muchos más que omito por razones de espacio y otros que conozco menos y que no supe de sus participaciones pero son reconocidos por muchos danzoneros.

Creo que los concursos deben seguirse realizando, pues permiten perfeccionar las técnicas de baile, procuran el estudio y motivan a los bailadores a superarse. Además, contribuyen a que muchos de los competidores sean conocidos por otros bailadores que a su vez trataran de imitarlos o superarlos y quizá -para mí lo más importante- invitan a reflexionar sobre el danzón. Los concursos también ayudan a dar testimonio de un baile que tiene reglas pero que como todo lo vivo, como el lenguaje, como la música y por supuesto el movimiento corporal, tienden a cambiar y modificarse con el tiempo, adoptando las particularidades de cada época.

No cabe duda que los concursos también se han transformado poco a poco y se van adaptando a su propio tiempo. Recuerdo que en 2016 participé en un panel de conferencias a invitación de Freddy Salazar en La Nana en la CDMX, y dentro de esas pláticas, Freddy Salazar y Félix Rentería recordaban los tiempos en que a ellos les tocó concursar, no había el apoyo de internet, no podían observar a otros contrincantes en el You Tube, había melodías de las danzoneras que no estaban grabadas y no existía Spotify o similares para prepararse y enfrentar mejor a sus contrincantes danzoneros. Las cosas han cambiado y a futuro veremos otras situaciones, lo importante es que el danzón se mantenga vigente, enriqueciéndose y en el gusto de las personas.

Dedico este escrito a mis queridos amigos Paty Rodríguez y Ariel Ruiz por haber obtenido el tercer lugar en último el concurso de danzón en la CDMX durante el pasado mes de marzo.


[1]Arreguín Mina “Danzón abanico de tonalidades”. D.R. Mina Arreguín, primera edición 2016.

[2] Ibid. Pág. 183

[3] Arreguín Mina, Op.Cit. Pag 185

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