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Crónica | La ENDF festeja su 45 aniversario con danzón en Bellas Artes

La Serenata de Schubert fue el momento más emotivo de la noche, donde se rindió un homenaje a los danzoneros que ya no están.

 ·  abril 23, 2024
Crónica | La ENDF festeja su 45 aniversario con danzón en Bellas Artes
Estudiantes de la Escuela Nacional de Danza Folklórica del INBAL bailando danzón en el Palacio de Bellas Artes. / Foto: Arturo Ordaz - Revista Danzoneros.

La noche de este lunes se contaron 45 años de historia a través de zapateados, giros y remates. Durante cuatro décadas y media, la Escuela Nacional de Danza Folclórica (ENDF) se ha dedicado a preservar, estudiar y contribuir a las expresiones artísticas de muchos rincones del país. Y para celebrar su aniversario, decidió incluir al danzón para contar la historia de la institución y del baile en México.

Pasaban ligeramente de las ocho de la noche cuando la penumbra se apoderó de la sala, unas cuantas bullas reprimidas se oían en el eco de aquel salón porfiriano que también albergó a orquestas sinfónicas de todo el mundo. Pero esta ocasión no apareció un elegante director con su batuta y traje de pingüino, el escenario de esa noche se dedicó a las expresiones culturales de los pueblos originarios y regiones del país, para honrar esa danza que se hereda paso a paso y latido a latido.

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Cuando se levantó el pesado telón, apareció al fondo un hombre con un atuendo color rojo y una corona de plumas blancas sobre la cabeza. Llevaba una sonaja en la mano derecha, la cual hacía sonar a cada paso que daba. En el costado izquierdo del escenario, apareció un violinista y otro masculino de muy avanzada edad, que con dificultades tomó asiento y colocó un gran tambor sobre sus piernas: el ritual de los matachines había comenzado. La ENDF decidió iniciar con uno de los grupos que más ha estudiado a lo largo de las últimas décadas.

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Una pareja de estudiantes de la ENDF bailando «Verde y rojo» con Acerina y su danzonera. / Foto: Arturo Ordaz – Revista Danzoneros.

Después fue la oportunidad de la polka, esta herencia del norte del país que viste a los bailarines con sombreros vaqueros, chalecos de cuero, camisas de cuadros, así como faldas a la altura de las rodillas y botas picudas. Con el Pavido Navido de fondo, los alumnos de esta institución se ganaron las bullas y gritos del público durante cada giro y punta del pie. Más tarde, salió de una plataforma del fondo del escenario un trío de hupangueros. Con un campero rosa con blanco, las bailarinas lucieron su zapateado de costado a costado, mientras los hombres con su tradicional traje blanco las rodeaban hasta quedar cara a cara a través un ritual de conquista.

Para el penúltimo número, el escenario se vistió de oscuridad total. Al fondo, una discreta luz iluminó a un grupo de 12 hombres que estaban formados frente a varios atriles. Su saco y camisa blanca hacía destacar el moño negro que llevaban bajo el mentón. Tuvieron que pasar más de dos décadas para que regresara a ese escenario “La primera danzonera de América”: Acerina. Nazario Vidal entonó su trompeta al vacío que tenía enfrente para comenzar con la rúbrica de la agrupación, a los segundo de haber empezado, una ola de gritos y aclamaciones luchaba por destacar con la música de esa octogenaria orquesta.

Al centro y casi al fondo del escenario se podía observar a un hombre sentado frente dos pailas doradas y un bombo con el logo de la danzonera: Polo, como se le conoce a Hipólito González, timbalista de la danzonera, dio las gracias por tener la oportunidad de ser parte de estos festejos, ya que la ENDF eligió al danzón para contar parte de la historia de la institución y de la danza folclórica en México.

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Acerina y su danzonera en el Palacio de Bellas Artes. / Foto: Arturo Ordaz – Revista Danzoneros.

A un costado del escenario, apareció una pareja: la dama con un vestido brilloso color verde y con una flor blanca sobre la cabeza, el caballero con un traje muy holgado color rojo carmín y un sombrero de ala ancha que sostenía una larga pluma, tal como debe lucir un pachuco. La pista la abrió la responsable de llevar una vez más el danzón a Bellas Artes: Zayra Rentería, quien no sólo es egresada de dicha institución, también una danzonera con más de 15 años en el medio. Para la segunda melodía de Teléfono a larga distancia, apareció Armando Sánchez “El suavecito” con su pareja Eunice Vianey, ambos bailaron tal como lo hacen cada sábado en la plaza de la Ciudadela. Para esa hora de la noche, la cultura popular se había apoderado de Bellas Artes.

Cuando llegó la parte final del danzón Teléfono a larga distancia, las dos parejas continuaron sobre el escenario mientras las dos trompetas desaparecieron de su lugar. De un costado, salió Nazario Vidal con su instrumento sobre las manos y entonó un llamado hacia el público, lo que provocó que al fondo de las butacas se oyera una respuesta: se trató de Javier Xolalpa que inició una conversación trompeta a trompeta con el escenario. Para el final de la pieza musical, el público ovacionó este espectáculo, del cual se sintieron parte.

El siguiente danzón que se interpretó fue el clásico cubano Almendra, composición de Abelardo Valdez. Los estudiantes de la Nacional de Danza fueron saliendo en parejas: las mujeres lucieron un vestido largo color carmesí con una elegante abertura sobre la pierna izquierda, el cual iba acompañado de zapatillas plateadas y un abanico color blanco. En tanto, los caballeros lucieron trajes de pachucos únicos y diferentes, hubo desde quien convinó el amarillo chillante con rojo, o un verde pistache muy suave con zapatos color gris.

Con el danzón Verde y rojo los bailarines demostraron su destreza, para después darle paso al momento más emotivo de la noche: Serenata de Schubert. Los alumnos de la ENDF se colocaron en forma de V, mientras Zayra Rentería y su pareja Eddie Joshua se mantuvieron al centro. Cada una de las parejas detrás iban replicando los movimientos de los bailarines principales, pero sin tocarse. Había una tensión mágica entre las manos de cada bailarín que mantenía una distancia mínima pero también vital para ejecutar cada movimiento. Al inicio de la segunda melodía, los protagonistas de la escena tomaron una flor blanca, la cual besaron y ofrecieron como una ofrenda para quienes estuvieron, están y estarán.

Esta serenata fue dedicada a los ancestros, músicos y bailarines pasados que forjaron el camino para que el danzón llegara a Bellas Artes una vez más. De fondo, el majestuoso violín del Alejandro Sánchez Rivera, que con cada nota acarició el alma de los asistentes y cada pétalo blanco de la flor que tenía la pareja principal entre las manos.

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Alumnas de la ENDF bailan danzón en el Palacio de Bellas Artes. / Foto: Arturo Ordaz – Revista Danzoneros.

Como último turno, la Danzonera Acerina interpretó el himno para muchos mexicanos: Nereidas, composición del músico oaxaqueño Amador Pérez “Dimas”. Los estudiantes hicieron dos filas a los costados para dejar apreciar al público el trabajo de la orquesta, en señal de respeto aplaudieron y se retiraron para darle paso a los solistas de la noche: las trompetas de Nazario Vidal y Javier Xolalpa. En medio de la pista, los dos músicos se contonean al ritmo del montuno para después agradecer y regresar a su lugar.

El danzón volvió a hacer historia la noche del 22 de abril de 2023, no sólo tocó una vez más el escenario del Palacio de Bellas Artes, también demostró que forma parte de la historia de la música y de la danza en México, que es una muestra de cultura que sigue más viva que nunca, además que es tan digna como cualquiera de otros ritmos musicales que hayan existido en la historia. Aún tenemos danzón por bastante rato.

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