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El danzón en la plaza pública

Bailar danzón al aire libre es una oportunidad para que personas nuevas se interesen por este ritmo.

 ·  julio 26, 2024
El danzón en la plaza pública
Una pareja baila danzón en La Ciudadela. / Foto: Arturo Ordaz - Revista Danzoneros.


No en todas partes se tiene el privilegio de contar con lugares cerrados para bailar, como los salones de baile en la Ciudad de México, con un piso terso y pulido que invita a disfrutar “…el desliz corto, emocionado y grave…” como delinea el poema anónimo “Instrucciones para bailar danzón”. Sitios en los que cada semana hay certeza de que por una módica cuota y las ganas de ir a bailar, se tiene esa posibilidad y con las mejores orquestas interpretando en vivo. Claro, alguna duela de tan añosa, como la del Salón los Ángeles, exhibe con orgullo el paso del tiempo, como señales visibles de tantos pasos ejecutados ahí, dando testimonio persistente, de los miles de bailadores de todas las épocas que han disfrutado de esa instalación y no es para menos al ser el salón Los Ángeles un lugar casi centenario.

Hay también otra manera igualmente digna pero diferente a la de los salones para ejercer el ritual danzonero, muy cercana a los habitantes de las ciudades, que tiene a mi juicio la particularidad de incitar la participación de poblaciones no danzoneras. Esas personas que pasan casualmente y se dan cuenta de que ahí se baila y en ocasiones hasta con la posibilidad de recibir instrucción. Esta es una forma popular de relacionarse con el danzón en lugares de acceso público como: plazas, rotondas, jardines, callejones, etc.

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Sábados de danzón con Felipe Urbán y su danzonera en la Plaza de la Ciudadela. / Foto: Arturo Ordaz – Revista Danzoneros.

Espacios abiertos donde usualmente no hay pago de cuota alguna por participar y disfrutar del baile. En estos sitios lo más frecuente es la música grabada, aunque no siempre, a veces, en ocasiones especiales se contrata música en vivo, o cuando los gobiernos locales consideran que esa actividad contribuye a fomentar la camaradería y cohesión social, suelen participar cubriendo los honorarios de agrupaciones musicales danzoneras. Creo que la plaza danzonera por excelencia es la Ciudadela de la Ciudad de México, que va para treinta años de reunir sábado a sábado a cientos de bailadores que acuden a ella
religiosamente, el piso es disparejo en varios lugares, pero no evita que todos ejecuten sus mejores pasos a veces buscando el mejor lugarcito para hacerlo, con el tiempo ha habido mejoras, se han construido algunas instalaciones y ahora hay espacios que protegen a los asistentes del abrasador sol del mediodía.

La Ciudadela muestra su vitalidad cada sábado, el ambiente es insuperable, acrecentado por el colorido de los atuendos que proveen una atmósfera singular. Alrededor se pueden conseguir zapatos de baile, abanicos, guayaberas, comida, bebidas refrescantes y observar a varios grupos de alumnos que aprenden el ritmo. Siempre que voy me encuentro a Armando Sánchez, “El suavecito”, impartiendo sus clases a sus numerosos discípulos, también casi siempre me encuentro a Jorge de León y a Alejandro Cornejo, ambos cronistas del danzón. Extraño a Rosalinda Aceituno, que muchos años fue la ejecutante de la programación micrófono en mano y también echo de menos a Miguel, el cura danzonero que ya no vive por esos rumbos.

Hay muchas otras plazas en la CDMX en las que hay actividad danzonera, unas ya consolidadas y otras no tanto, por ejemplo: La Alameda del Sur con un piso aún más disparejo, el Zócalo capitalino, varios jardines y plazas de Coyoacán, el Monumento a la Revolución, ahora el Centro Cultural Los Pinos. Muchas explanadas de varias alcaldías y prácticamente en cualquier sitio donde se pueda y se presente la ocasión. Al interior de la República los espacios públicos son quizá los más importantes para cada
localidad, recuerdo el Parque de la Marimba en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el Jardín del Arte en Querétaro, que alberga un grupo de danzoneros muy asiduos a las muestras, En León, el Jardín Hidalgo y el Expiatorio, en Tijuana el Centro Cultural CECUT, o en Reynosa el parque cultural de esa ciudad, y así por el estilo. Cada población que alberga grupos de bailadores danzoneros, encuentra sus espacios para práctica.

JOVENES DANZONEROS EN EL CARMEN.

El puerto de Veracruz es otro de los puntos de referencia del danzón a nivel nacional, en el existen varias plazas para bailarlo. El Zócalo de la ciudad es un lugar mágico, que por la tarde noche, cuando ya disminuye el calor se engalana con los ejecutantes y las orquestas jarochas, tiene un piso liso y muy adecuado para ejecutar el baile, es una plaza arbolada entre los portales, la iglesia y las construcciones viejas del centro. También está el Parque Zamora con su kiosco muy cerca del Teatro Reforma y la tradicional y maravillosa Plazoleta de la Campana, lugar único que detenta la tradición y personalidad musical jarocha.

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En Guadalajara me enorgullece haber formado la primera plaza danzonera, El Café del Carmen en la plaza donde se ubica la iglesia del mismo nombre, muchos años permaneció con baile todos los sábados, ahora hay muchas otras plazas que surgieron después y que aún permanecen, destacan el Santuario de Guadalupe los sábados y los domingos la Plaza del Expiatorio, hay muchas otras, afortunadamente el danzón ha crecido en adeptos en esta ciudad.

Creo que a todos los que bailamos nos gusta asistir a los salones de baile y las galas de las muestras danzoneras en lugares cerrados, por las condiciones óptimas que usualmente se ofrecen en tales sitios para desarrollar el baile. Sin embargo, creo advertir que a otros les gusta, acaso más, el espacio público, sobre todo porque usualmente muchas personas se convierten en espectadores, y eso a más de alguno le levanta el ego, creo que todos lo poseemos en diferente medida.

En algunas plazas como la del Expiatorio en Guadalajara se ponen hileras de sillas alrededor de la pista y muchas personas se sientan a observar, después de algún rato de contemplar a los que bailan, van formando su propia opinión de quienes a su juicio son los mejores, con la carga subjetiva que cada quien posee, por tanto, alguna pareja de bailadores puede ser muy vistosa, de ropaje excéntrico o de movimientos llamativos, pero que quizá no ganarían en un concurso realizado con los cánones danzoneros, y eso ¿a quién le importa? Si no están en competencia y disfrutan su baile.

En mi libro acerca del danzón, Enrique Guerrero consigna citando el libro de Ángel Trejo una anécdota del mítico bailador Jesús Ramírez “El muerto”, quien narra lo siguiente durante una presentación en el Teatro Blanquita: “bailé danzón como se debe de bailar y la gente estaba callada. Luego bailé unas fantasías en base a unos pasos que inventé y todos estaban aplaudiendo y dije: bueno les gusta lo que no es danzón.” 1

Colectivo de danzón en la plaza principal de Dolores Hidalgo. Foto: Arturo Ordaz – Revista Danzoneros.

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Los espacios públicos son muy importantes para los bailadores, pero también para la difusión del baile en general y el danzón como música popular, se convierten en sitios de fomento de la cultura de un género musical que nos hemos apropiado desde que nos llegó de Cuba, y como otras músicas venidas de la isla han sido adoptadas y podríamos decir: “mexicanizadas” hasta convertirse en una tradición propia y que hoy disfrutamos a lo largo de nuestro País.

La plaza pública es sin duda uno de los puntos de contacto más importantes para acercar el danzón a públicos no danzoneros, mostrar lo que hay dentro de la burbuja que describe Arturo Ordaz y motivarlos a entrar en ella. El mismo Arturo, director de esta revista, ha contado como después de mucho observar lo que ocurre cada sábado en La Ciudadela se animó a aproximarse y se introdujo poco a poco en el mundo del danzón, lo mismo pasó con Miguel Romero el famoso sacerdote quién ha contado como al pasar un sábado por ese lugar decidió comenzar su aventura por el ritmo que desde entonces lo cautiva.

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1 Arreguín, Mina “Danzón abanico de tonalidades” segunda edición, México, 2017. Pag. 120 capítulo “Bailar danzón” por Guerrero Enrique, “Aspirante eterno” citando a Trejo Ángel en ¡Hey, Familia, Danzón dedicado a…” Ed. Plaza y Valdés, México 1992.

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