La creación de una obra
La escritora destaca cuál es el trasfondo e historia de su danzón: Mina, el eco de tu risa.


No es la primera vez que un artículo periodístico de Arturo Ordaz me motiva a escribir. Leí un texto en el portal de noticias “La-Lista” apenas hace unos días y me proporcionó algunas ideas sobre temas que me han rondado recientemente. Me refiero al texto sobre la hipertextualidad y el proceso creativo que me motivó a tocar el tema desde mi propio punto de vista.
Aclaro que no pretendo hacer un refrito del texto de Arturo, ni discutir nada u opinar acerca de su contenido, el escrito de él me parece muy bueno, solo tomo alguna idea como dije antes para expresar algunos aspectos que deseo comentar, toda vez que durante una buena parte de mi vida me he dedicado a crear. He escrito y publicado tres libros de poemas, también tres libros de texto para educación media superior de mi profesión formal como geógrafa y di clases varios años y publique en
Editorial Herrero con otros autores libros de Geografía Física y Humana.
Lee también: Descarga el libro «Un danzón para Lulú», vida y obra de Genaro Fuentes
He hecho dos libros acerca del danzón, algunas canciones a partir de poemas míos: un bolero, un tango y un danzón y hasta he elaborado joyería de artesanía cuando viví en Alemania y también en esa etapa de mi vida trabajé con la reconocida pintora Sulamith Wülfing, haciendo un poema o frase alusiva para cada ilustración de la artista.

Todos somos creadores en mayor o menor medida y tenemos diversas formas de expresarlo, desde cosas en apariencia sencillas hasta otras, digamos, más sofisticadas. Hay quienes desarrollan un plato de cocina único al mezclar ingredientes conscientemente o por casualidad. Hay quienes expresamos nuestra creatividad escribiendo; los pintores y escultores generan obras en dos o tres
dimensiones y su capacidad creativa es quizá más desarrollada que la de otras
actividades.
A los que nos gusta el baile debemos reconocer a los músicos que dedican su esfuerzo a crear nuevas composiciones e incrementar el acervo musical. En nuestro caso, danzonero, para ello se requiere conocimiento de la música y gusto por la composición, aunque no en todos los casos como se verá
más adelante.
En nuestra comunidad danzonera es muy sabido que Amador Pérez Torres “Dimas” es el compositor de “Nereidas” y otras muchas piezas conocidas, así también reconocemos danzones del compositor cubano Antonio María Romeu. Y por citar otro ejemplo entre muchos, el del recientemente desaparecido compositor mexicano Genaro Fuentes, acerca de quien hice mi segundo libro sobre danzón en coautoría con Lulú Bringas, su viuda.
Te puede interesar: Y lo bailado, ¿quién nos lo quita?
Como se indica en el texto de Arturo Ordaz, toda obra usualmente proviene o es influenciada por el contexto en que ha vivido el autor, las circunstancias de tiempo y lugar, y sobre todo, el conocimiento e influencia de los estilos, modas y obras que anteceden a una nueva. La naciente creación sea cual fuere muestra como es natural, una huella o rasgos que son adoptados y más o menos transformados o incorporados a la obra recién terminada, pero que emergen como señales que hacen remembranza o evocan creaciones del pasado y que sirven de soporte o alimento a toda creación en proceso o ya lograda.
En la literatura, por ejemplo, considero que es muy difícil escribir con cierta aptitud si no se han tenido lecturas previas suficientes, todo escritor tiene en mi opinión, que haber sido antes un voraz, extraordinario y acucioso lector y eso se nota. Es común identificar en los textos de muchos escribas, algunas de sus influencias literarias, a veces reconocidas por ellos o no.
En cuanto a las canciones que he compuesto debo aclarar antes que nada que no poseo estudios de música formal ni se escribir notas en el pentagrama, sin embargo, a partir de poemas escritos por mí, he podido lograr piezas musicalizadas; un tango que grabé en un casette cantándolo con mi propia voz ante mi amiga recientemente fallecida Esther Soler, gran maestra, bailadora y cantante, verdadera precursora del tango en México. A ella le gustó mi canción, pero no hubo oportunidad de montarla con algún grupo de músicos tangueros y escucharla en su magnífica voz.
Años después retomé el tema y le pedí al maestro y extraordinario compositor cubano Guido A. Medina, por cierto, reconocido en el medio danzonero, que me instrumentara mi pieza y me escribiera la música, lo visité en Toluca donde vivió antes de regresar a Cuba y me entregó la pieza escrita y musicalizada. Con todo ese trabajo avanzado, busqué al cantante profesional de ascendencia Argentina, Gerardo Leonardi, hijo de Tani Leonardi maestro y amigo tanguero de Guadalajara. Gerardo grabó la pieza en la Ciudad de México con su grupo e incluyo en ella las indispensables notas del bandoneón y también con su grupo enriquecieron el arreglo, lo que le dio un sabor indiscutiblemente tanguero, aquí la grabación misma que me dejó completamente satisfecha.
La pieza de danzón que hice nace a partir de otro poema y mío tiene una historia parecida, ya que un grupo de amigos músicos que tocaban en el bar bohemio Río Bravo de la Colonia Roma en la Ciudad de México, me ayudaron a conformar la primera interpretación musical. Yo cantaba y ellos acomodaban la música, así lo hicimos varias semanas hasta que quedó una pieza que se interpretaba y bailaba
en el lugar, cuando yo llegaba de visita, ellos para pronto a la primera oportunidad la interpretaban cantada por el vocalista del grupo ,“Paquito” ya también finado. Todavía conservo una vieja grabación hecha en una de tantas noches y que me sirvió de guía a futuro.

Lee también: Maestros e instructores de danzón
Ya viviendo en Guadalajara el grupo de jazz que tocaba en nuestro bar “Jazz-Lab” hizo una versión instrumental y Memo Olivera el baterista me escribió la primera partitura, en el bar se interpretaba también la pieza cantada con la letra de mi poema durante la actuación de Chela Mota acompañada por su esposo Alberto al piano, ellos conformaban el dueto “Día Songo”, reproduzco aquí esa grabación hecha en nuestro entrañable bar “El Gato Verde”. Con esa grabación y la partitura que ya tenía, pedí el arreglo para el danzón “Mina el eco de tu risa” al maestro Alejandro Aguilar Alcántara.
Los que conocen la pieza grabada con la orquesta del Chamaco Aguilar identificarán fácilmente la coincidencia en los acordes de ambas versiones. Creo que en concordancia con el planteamiento inicial de este artículo, es claro que las creaciones arrastran tras de sí su propios precedentes e influencias,
condicionadas por su propio entorno. En mi caso, mi gusto por la literatura y la escritura de textos me han facilitado el tránsito a la composición de canciones, aunque solo lo haya hecho como un gusto ocasional. Desde niña nutrí mi espíritu musical en mi hogar donde era patente el gusto por la música, mi madre era buena cantante, tocaba el piano y era aficionada a las reuniones bohemias en casa con familiares y amigos.
Acentúo este texto con la absoluta percepción de que todos somos capaces de componer en diferentes ámbitos, incorporando los elementos de los que disponemos y de los que hemos abrevado en nuestra vida. Ello nos permite agregar nuestra impronta a creaciones de cualquier tipo, es desde mi punto de
vista innegable, por ejemplo, que en muchas coreografías de danzón existen elementos nuevos originales y distintivos del grupo que las ejecuta o del instructor que las diseña.
Termino con una anécdota. Un domingo me encontraba en el salón Los Ángeles en una matiné danzonera cuando Alejandro Aguilar anunció por el micrófono que interpretarían una nueva pieza así dijo: “de la Licenciada Arreguín”. La orquesta del Chamaco Aguilar interpretó por vez primera en público, “Mina el eco de tu risa”, yo había escuchado una grabación previa unas semanas antes que me había
enviado el propio Maestro Alejandro Aguilar y le contesté dándole mis impresiones. Digamos que era primer borrador de mi danzón, la sorpresa fue mayúscula ya que no tenía idea de que ese domingo lo fueran a estrenar.
Al concluir la interpretación, algunos amigos se acercaron a felicitarme, luego ya en la mesa que ocupaba, incluso algunas personas no conocidas me buscaron para darme alguna palabra de aprobación, sin embargo, una amiga con la que compartíamos esa mesa me inquirió en forma un tanto extraña y como si estuviera molesta, dijo con asombro: ¡apoco tu estudiaste música! Curiosamente ella fue la única persona que expresó algo distinto a una felicitación.