Es necesario que el danzón siga evolucionando para que continúe vivo

En mis primeros años en el mundo del danzón defendí la idea de que sólo se debía bailar con técnica. Este tipo de reglas le garantizaría un respeto. Los interesados deberían ceder ante este ritual para tener el honor de ejecutarlo. Estaba muy equivocado, ahora pienso todo lo contrario. 

Esta visión purista que tenía acerca del danzón lo podría llevar a su declive. La negativa de democratizar la manera en que se vive y goza este ritmo provocaría que la gente se aleje o pierda interés en él. Cerrar el círculo con lineamientos de convivencia es contrario a la idea de promover y difundir este género, más en las nuevas generaciones. 

Cuando este ritmo afroantillano estaba en su máximo esplendor, a mediados del siglo pasado, no había la técnica que hoy se pide para ejecutarlo. Si acaso, lo único necesario era hacerlo “sobre un ladrillo”. Al filo de la década de los años 80 las iniciativas ciudadanas rescataron al danzón y lo llevaron a las plazas públicas. Estrecharon su relación con la cultura, según me platicó el investigador Rafael Hernández Figeroa. 

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Esta evolución y apertura le permitió seguir vivo, al grado que se convirtió en casi un arte. Si miramos 100 años atrás, a la década de los 20, las piezas musicales han cambiado mucho. Pero esa dinámica es lo que le ha garantizado más de 141 años de vida: la innovación. 

En las primeras décadas del siglo XX, este género fue revolucionario y disruptivo. Este baile de contención generó una propuesta subversiva para los cánones morales de ese tiempo. “En su origen cubano el danzón hería muchas de las normas de aquella contradanza aristocrática, de salón. Una separación difícilmente aceptada. Una separación entre la pareja aceptable que no fuera tan recriminada por estas presiones sexuales”, señaló Margo Su en el documental “El danzón en la ciudad de México”. 

Este tipo de ideas contraculturales en los ritmos musicales los hace más duraderos en el tiempo, para que las generaciones más jóvenes los hagan suyo y los utilicen como una forma de expresión. La evolución en el danzón no es la excepción. Ya lo ha hecho en el pasado y lo está haciendo. Quizá el ambiente actual de inmediatez en el que estamos, debido a la tecnología, acelera ciertos procesos. 

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Que la gente escuche y baile este ritmo cómo quiera, pero que lo haga. Esa democratización provoca que se engrosen las filas de la comunidad danzonera. Este proceso no suprime las bases tradicionales, al contrario, agrega nuevas propuestas. 

La combinación de géneros musicales, las propuestas diferentes de bailarlo y las novedosas maneras de interpretarlo son ejemplos de la madurez de cada ente, en este caso el danzón. Por ejemplo, el actual contexto del movimiento feminiesta desde luego que permeará a este ritmo, y es urgente que lo haga. Son esenciales este tipo de cambios paradigmáticos para cualquier expresión artística y humana. 

La conversación y las diferencias de opinión es justo lo que mantiene vivo a un género musical. El día que ya no haya polémica en el mundo del danzón habría que preocuparnos. Compartámoslo con el mundo y dejemos que se desarrolle plenamente. 

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