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Sin mujeres no hay paraíso… ni baile de danzón

Las mujeres danzoneras cuentan con su propia trayectoria y relevancia en este género, independientemente de su pareja, escribe Mina.

 ·  junio 20, 2022
Sin mujeres no hay paraíso… ni baile de danzón
Foto: Cortesía Mina Arreguín.

Creo que todos hemos oído la pedante frase: “Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”, sin entrar aquí a analizar la carga machista del enunciado, ni el papel secundario femenino asociado a la mujer como sombra del varón. En el danzón la participación de la mujer ha sido indispensable, igual de importante a la de los hombres. En un baile que es de pareja y cuyo disfrute, crecimiento y popularidad se finca en esa premisa, sirva de prueba el hecho de que seguramente no podríamos imaginar a ciertos bailadores famosos sin su contraparte.

A través de mis muchos años de práctica del género he conocido y admirado a varias bailadoras, en un artículo anterior escribí acerca de Rosita Abdala. Esa distinguida Veracruzana con la que muchos afamados ejecutantes en la pista de baile querían medir sus habilidades durante los escasos minutos que dura un danzón.

Muchas veces vi bailar a Carmelita Estévez quién ganó fama entre los danzoneros por su gran precisión y estilo, ante el severo juicio colectivo existente en los salones de baile de antaño. Cuando yo apenas me aventuraba a visitar esos lugares, ella era ya todo un personaje que intimidaba a algunos novatos y atraía a los bailarines más experimentados.

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Años después me tocó presenciar una plática en la que ella fue invitada como conferenciante durante la Muestra Nacional de Danzón de Guadalajara en febrero de 2013. Ahí me sorprendió nuevamente, esta vez a través de su palabra, su conocimiento y claridad de conceptos, dada su larga experiencia en los salones de baile.

Por cierto, en esa misma plática participó otra legendaria bailadora, «Guille» con su esposo Arturo Sánchez “Capullo”, pero ¿cuál es el apellido de “Guille”? No lo pude averiguar. ¿Por qué únicamente es conocida como la esposa de “Capullo” si es tan buena bailadora como él? Y al igual que Carmelita Estévez resultó toda una revelación al contestar contundentemente las preguntas que ahí se hicieron y expresar sus opiniones sobre el baile.

En esta conferencia participó también Pedro Velázquez “El abuelo”, a quién no podríamos disociar de su extraordinaria pareja María Elena Campos “La abuela”. Lástima que ella no estuvo sentada en esa mesa, me hubiera gustado oír sus comentarios en ese singular día en el que se conjuntaron bailadores de indiscutible prosapia, incluido el Maestro Miguel Ángel Cisneros. Resulta pues, que en el sitio de la charla estaban presentes tres de las mujeres que son para mí referentes indiscutibles del baile de danzón.

Todos aquellos que visitábamos los salones de baile en las décadas de los ochentas y noventas en la Ciudad de México, aceptábamos casi en forma generalizada aquel consenso que se tenía acerca de quienes eran las y los ejecutantes destacados.

Recuerdo a la afamada Emma “la chata” bailando espléndidamente muchos ritmos, al igual que “la negra” Ventura Palomares, a quién infortunadamente vi muy poco. Ambas se convirtieron en leyendas vivientes del salón de baile, construyeron a fuerza de cadencia y ritmo su propio mito y fueron siempre reconocidas por los asistentes al salón y los más destacados danzoneros.

Recuerdo también a Susanita, quien bailaba con Agustín. Ella tenía un estilo peculiar y hacía un adornito con la cabeza que me gustaba, al grado que en una ocasión un bailador al que apenas conocía en esos años, se atrevió a decirme mientras bailábamos: “no susaneé”, en obvia referencia al estilo de Susanita. Yo respondí de inmediato: “Mire yo aquí vine a bailar, lléveme a mi lugar por favor, vine a divertirme, no a tomar clase.” Alberto “Tito jarocho” conocido bailador, visiblemente turbado me llevó a mi mesa y pasó un buen tiempo antes que se animara a pedirme que bailara con él otro danzón.

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Recuerdo a muchas otras bailadoras destacadas como la ya desaparecida Francis, que tuvo un período de crianza de sus ocho hijos que la mantuvo sin bailar por años hasta que -según me dijo- los sacó adelante. Luego de esa larga temporada dedicada al cuidado de sus vástagos, regresó a los salones y consolidó su fama con su esposo Toño Arellano. También observé mucho a Paquita Tenorio que bailaba con don Ricardo su esposo de una manera muy propia de ellos y original. Paquita sabía bailar espléndidamente danzón cerrado con todas las de la ley -si es que esa ley existe- me consta, pero con su marido bailaba solo abierto durante toda la pieza en un estilo llamativo y parecido al de los cinematográficos bailarines Ginger Rodgers y Fred Astaire. Tras el fallecimiento de Don Ricardo y posteriormente el de Paquita desapareció de la escena danzonera ese estilo tan peculiar.

Muchas son las mujeres asistentes a los salones de baile que llegan solas o acompañadas y en general son muy buenas en su desempeño, evidencian la experiencia que se adquiere con la práctica constante y la habilidad característica alcanzada al escuchar la música en vivo de diversas orquestas.

Son tantas que no alcanzaría a enumerarlas en un artículo como este, pero amanera de ejemplo recordaré a algunas que se suman a las que mencioné primero en párrafos anteriores: Rosita la de Jaime, quién se hizo muy conocida ya que fueron un tiempo la pareja de exhibición del Colonia. Tere Salazar, que participaba ya como maestra en la enseñanza del danzón de academia y ocasionalmente asistía a los salones, en esa época era reconocida ya por haber ganado concursos con su hijo mayor Freddy.

También recuerdo a la muy destacada Velia Caro, siempre elegante y bailando en forma precisa con Luis Peña. Leonor Nissen con su esbelta figura y sus inseparables pieles que le daban una elegancia característica. La ágil y versátil Angelita con Gabriel Jardón. Alicia López y Miguel Ángel quienes bailan muchos géneros y todos muy bien. Ya con mucho tiempo en la escena, Mayra Patricia Castañeda, quién va a bailar casi todos los días y me la encuentro en casi todos los bailes. Como dato curioso, Mayra y yo iniciamos con el danzón el mismo día en la clase del maestro Miguel Ángel Cisneros, sin embargo a la fecha. Ella me lleva muchas “horas de vuelo”, sigue viviendo en la Ciudad de México y como dije, casi no falta a los salones ni a los eventos, además de tener un carácter amable y cordial que hace que junto con su gran habilidad para bailar le lluevan las invitaciones a salir a la pista.

Recuerdo también a la guapa Laurita Calderón de la Barca que desde muy joven iba a bailar a los salones acompañada siempre su mamá, doña Genoveva, otra experimentada y conocida bailadora. Laurita es actualmente la esposa del maestro Arturo Márquez, quién además de ser el talentoso compositor de música sinfónica reconocido internacionalmente, también baila danzón bastante bien y forma con ella una notable pareja al bailar. Hay muchas otras mujeres que solo ubico de vista pero que igualmente admiro por su baile, Ahora conozco y he compartido mesa con Esperancita a quien por muchos años solo vi bailar y saludaba de lejos o también a Raquel Durán e Ivonne que asistían frecuentemente al california.

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En generaciones más recientes menciono a reconocidas bailadoras como: Maru Mosqueda, Giselle Barrios, o algunas de las veracruzanas de “tres generaciones”, Toñita González, Anabelle Zorrilla, Anaid Chávez o Citlalli García, que tienen siempre bailadores dispuestos a ingresar a la pista para disfrutar una pieza con ellas. Cabe comentar que son también muy conocidas por participar en eventos tales como muestras, congresos y foros que se organizan a lo largo del país y su estilo es observado en las plazas, teatros y bailes que forman parte de esos eventos.

En cada localidad donde se baila danzón siempre hay ejecutantes destacados y se cuenta con mujeres que son admiradas ya por su atractiva manera de bailar, por su gracia, su destreza, precisión o su arreglo personal, en una palabra, por su estilo. Así he conocido a muchas más: Lorena Villaseñor que baila con Francisco Guerrero en Tijuana, Cristy López y Nicolás de Puebla, Lulú Sosa de Oaxaca, Inés Macías de Chiapas y muchas de la Ciudad de México que están presentes en las plazas y en las muestras como: Beatriz Almanza, Paty Otáñez y Diosinatzin García, Nancy es pareja de Paco y baila otros ritmos y conforman una pareja muy admirada desde que iniciaron siendo muy jóvenes en La Ciudadela.

Ya viviendo en Guadalajara he conocido otras mujeres a quienes me gusta ver bailar: Anel Borondón, Mary Chuy Huerta, Dianita Ortega, Susy Rodríguez, así como Socorro Salazar “Coco” que lamentablemente ha dejado de bailar con Raúl Casillas el pachuco apodado “El psicodélico” por cuestiones de salud.

Por último, puedo decir que casi en cada baile al que asisto encuentro una o varias bailadoras que atraen mi atención, de muchas no se sus nombres, pero conservo una imagen de su presencia y estilo. El contemplar a las personas en la pista es otra parte del ritual danzonero que vale la pena experimentar, yo disfruto no únicamente bailando, sino también observando.

He citado aquí a muchas mujeres a las que admiro por su baile y quienes en su mayoría conozco por sus nombres y apellido. Sin embargo, hay otras que como en el caso de “Guille” la esposa de “capullo” son muy conocidas por ser “la que baila con fulano” o “la pareja de zutano”, como si el bailador fuese el que diera nivel y fama a la bailadora, algo irracional para un baile de dos personas y en el que la pareja debe actuar coordinadamente para lograr una ejecución óptima.

Desde luego esta injusta situación de tener una identidad a la sombra del Hombre ocurre también a la inversa, aunque a mi juicio en menor medida. Un poco a manera de desquite del género femenino, en mi caso personal mucha gente solo conoce a mi pareja de baile, Homero, como “el esposo de Mina”.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Revista Danzoneros. 

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