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Crónica de dos bailes en la CDMX

En esta entrega, Mina reconocer la labor de la familia Salazar para atraer y formar más adeptos al danzón durante las últimas décadas.

 ·  diciembre 21, 2023
Crónica de dos bailes en la CDMX
Crónica de dos bailes en la CDMX

Hace unos días en este frío mes de diciembre estuve en la Ciudad de México para participar en el baile anual de los colectivos: “Danzón del puerto a la capital” y “Proyecto de danzón Chilango”, que encabezan Freddy Salazar y su esposa Anabell Zorrilla, en un salón por el rumbo de Rio Churubusco en la colonia Sifón. A ese sitió había asistido en ocasiones anteriores por el mismo motivo. Este último evento fue extraordinario con la participación de la orquesta “Tres generaciones” que vino desde el puerto de Veracruz; también la “danzonera de Felipe Urban” y en la música de Son cubano y tropical participó animando la fiesta el grupo “La nueva nostalgia”. 
 
El sitio lucía un lleno total desde que arribé, parece ser que todos llegaron puntuales, el inicio fue a las doce del mediodía y el término del baile hasta las nueve de la noche, ¡qué maratón musical! Bueno habrá que descontar el tiempo de la comida, aun así, más vale tener buena condición física para aguantar el trajín, esa misma que se alcanza en el cuerpo por bailar con mucha frecuencia.

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Para mí este no fue un baile cualquiera, ya que tengo muy cercana amistad con los organizadores quienes acaban de contraer nupcias hace unos meses y no habiendo podido asistir a su ceremonia de enlace era la oportunidad para felicitarlos, hasta ahí todo dentro de la normalidad. Sin embargo, a mitad del evento escuché que me llamaron y me entregaron un reconocimiento muy bonito y que aprecio mucho. Resulta que escuché que solicitaban mi presencia por el micrófono y sorprendida asistí al escenario central en donde me dieron un diploma que me llena de felicidad. El texto es un agradecimiento «por el apoyo incondicional, la amistad y todas las enseñanzas desde hace 28 años” y está firmado por la que yo considero una dinastía danzonera, la familia Salazar: Tere, Jacobo y Freddy, acrecentada por Anabel y Giselle. 

Hace 28 años, Freddy inició su exitosa labor de enseñanza del danzón en la Casa de la Cultura Reyes Heroles, ubicada en Coyoacán, donde en esos años yo era directora. ¡Cómo ha pasado el tiempo! No sé cuántos alumnos habrá tenido Freddy en todo ese tiempo, pero son muchos, muchísimos; así como Tere, Jacobo, Anabell, Giselle. En el baile había sólo una porción de sus discípulos, pero no todos, han hecho labor en otros varios lugares y han sembrado muchas semillas que han dado fruto generoso en el ambiente del baile. 

Cuando viajábamos de Guadalajara a la Ciudad de México, veníamos comentando durante el vuelo Homero y yo, que iba a ser como siempre muy grato encontrarse con muchos amigos conocidos, personas a las que identificamos bien y algunas otras que sólo conocemos de vista como siempre ocurre cuando vamos a los eventos danzoneros en cualquier parte de la República. Sin embargo, ya ubicados en el salón nos dimos cuenta de que la gran mayoría de asistentes no eran claramente reconocidos por nosotros, muchos de los bailadores para nuestro asombro no eran los frecuentes participantes en las
muestras de danzón que ocurren por toda la república, tampoco los asiduos bailadores de salón que conocemos por tener la costumbre de visitar la Ciudad de México eventualmente con ese motivo, de hecho, percibimos que varios eran pertenecientes a una generación distinta y no me refiero únicamente a la edad, claro que había gente joven, pero también gente mayor o de nuestra “rodada”, que no tenía tanto tiempo de haberse iniciado en el baile de danzón, inclusive Anabell me comentó que dos de las mesas estaban conformadas por personas que solamente tenían dos meses de haber iniciado clase con ellos.

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De manera tal, que casi puedo contar con los dedos de las manos a las personas bailadoras de toda la vida, por así decirlo, que me encontré en el lugar, entre ellas: Mayra Patricia Castañeda, Arnaldo Santamaría, Jessy del valle de Tampico, Paty Velasco, Samuel y Raquel, mi colega cronista y escritor Alejandro Cornejo, obviamente Miguel Zamudio que iba con la danzonera y quizás algunos cuantos más que haya involuntariamente omitido aquí. En la mesa estaban además de Freddy y Anabell, Miguel Zamudio y otras personas de grata presencia, pero en especial tuve mucho gusto de compartir espacio con Tere Salazar, alguien a quien tengo aprecio muy especial, la iniciadora de todo junto con el Finado Don Alfredo.

Calculo que seríamos unas cuatrocientas personas y de ellas la mayoría no eran reconocidas por nosotros y sin embargo el conjunto pendular se movía armónicamente a ritmo de la música como se observa en cualquier muestra de danzón o salón de baile cuando hay ya bailadores de experiencia, observé a varias parejas que bailaban bien, como en cualquier sitio regular donde se ejecuta danzón. Las orquestas seguramente se sentían estimuladas por el ambiente, la Danzonera de Felipe Urbán tocando muy bien como es su costumbre y la Tres Generaciones también extraordinaria, hace ya tiempo que esta orquesta ha ido mejorando desde los primeros años en que la escuché, pero sin duda ahora en mi opinión ha alcanzado niveles comparables a las orquestas líderes en México.

Habiendo disfrutado ese domingo inolvidable de baile, la permanencia en la Ciudad de México nos llevó a otro evento regular de danzón, el martes siguiente en el salón Los Ángeles de la Colonia Guerrero, en el que nuevamente nos tocó escuchar a Felipe Urbán, a la danzonera Acerina y la Orquesta Universitaria de Pepe Luis, a la que por primera vez escuché sin la presencia de su fundador, se le extraña al maestro José Luis Rodríguez, detrás de su teclado, siempre de pie y con su vivacidad acostumbrada, aunque a decir verdad la orquesta sigue tocando con la calidad de siempre, preservando el legado que quedó en herencia a su hijo quien está a cargo de la agrupación.

Homero Torre, Mina Arreguín y Emma Trujillo «La chata». Foto: Cortesía.

El martes de danzón pude observar a los habituales bailadores saloneros, saludé a varios de ellos, aunque el Ángeles lucia no tan lleno como en otras ocasiones, el inicio de las vacaciones y del llamado puente “Guadalupe-Reyes” sería la causa probable, no obstante que faltaban algunos bailadores el ambiente y la música eran las de costumbre. Los salones siempre ofrecen sorpresas, en esta ocasión después de mucho tiempo de no verla me tocó saludar a Emma “La chata”, una bailadora legendaria, reconocida por dominar prácticamente todos los ritmos de baile de salón, incluido el danzón, aunque no es reconocida como danzonera en sentido estricto, sin embargo la observé bailar un par de danzones en forma extraordinaria con su propio estilo e interpretación, distinta a todos los demás, amalgamando moderadamente movimientos de otros bailes que ella conoce, todo un gusto observarla moviéndose como en sus mejores años sin recato alguno y disfrutando su baile hasta contagiar a quienes la veíamos.

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Contrastando los dos eventos a los que asistí antes de volverme a Guadalajara, concluyo que me siento complacida por ambos, pero especialmente por el del domingo, la razón no es únicamente el reconocimiento que se me otorgó y que mucho aprecio; o la participación destacada de las orquestas que para mí estuvo fuera de duda; o la posibilidad de saludar y mostrar mis afectos a los amigos que encontré en el lugar. Mi reflexión va más en el sentido de constatar algo que varios de los bailadores y promotores de danzón decimos quizá sin suficiente reflexión, me refiero a la aseveración constante que es más bien un ferviente deseo que una certeza, aquella que reza que: “el danzón tiene garantizada su permanencia por muchos años, porque hay un relevo generacional” cuando en los eventos observamos una apabullante mayoría de adultos maduros y adultos mayores y una minoría de jóvenes.

Me parece que la cantidad de alumnos de todas las edades que asistieron al baile convocado por sus maestros, ya con una madurez en la ejecución de sus danzones, me hacen albergar una renovada confianza en que por lo menos una parte de esa aseveración sea una promesa con probabilidad de concretarse, igualmente el reflexionar sobre la cantidad de nuevos ejecutantes que maestros como la dinastía Salazar y los muchos otros que en muchos lugares imparten su conocimiento del baile hacen que se incorporen constantemente nuevos amantes del danzón.

Dedico el presente texto a dinstía de los Salazar aumentada con Anabell y Giselle y a todos los maestros, instructores y promotores del baile en todas sus formas.

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